lunes, 17 de marzo de 2014

Oon-Seng Tan: “En Occidente estáis fascinados por cuentos como ‘las madres tigresas”

Compartimos con vosotros este interesante artículo publicado en el blog "Gigantes de la Educación"

El profesor del Instituto Nacional de Educación de Singapur dice que los estereotipos oscurecen el secreto asiático: el factor docente. En PISA 2009, la primera vez que su país se presentó, quedó quinto



LOLA GARCÍA-AJOFRÍN, publicado en ESCUELA, el 6 de septiembre de 2012
Maquiavelo, como personaje de un libro con más de un siglo y medio, “Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu” (Maurice Joly, 1864), tuvo una idea formidable:acuñar su efigie en todas las monedas. Su objetivo, en esta sátira al gobierno de Napoleón III, era sencillo: “Hasta los enemigos de mi poder estarán obligados a llevar mi retrato en sus escarcelas. Y es muy cierto que uno se habitúa poco a poco a mirar con ojos más tiernos los rasgos que por doquier aparecen impresos en el signo material de nuestros placeres”, exponía, en una conversación en la que aseguraba que, desde el día en que su efigie apareciera en la moneda, sería rey.
En los billetes de dos dólares de Singapur también hay una imagen: la de un profesor, que imparte clase a sus alumnos, con la universidad en el fondo. Debajo se lee una palabra en inglés: “Education”. Un mensaje, que los cinco millones de habitantes del país –hasta sus enemigos, como decía Maquiavelo en el libro–, llevan a diario en sus carteras.
Sobre la educación de este país, el más pequeño del Sudeste asiático y a la vez, el cuarto centro financiero más importante del mundo, se ha dicho mucho. En especial, desde que en la última evaluación PISA (2009), la primera vez que Singapur participaba, quedara quinto. Desde los que alaban su rigurosa selección del profesorado y eficiencia financiera –gasta menos en educación primaria que 27 de los 30 países de la OCDE– a los que critican la presión que el sistema ejerce sobre sus docentes o la segregación temprana de los alumnos. Pero hay algo, que permite entender el papel que juega la educación en la Ciudad de los leones: el que aparece en sus billetes es un profesor.
Para Oon-Seng Tan, catedrático del Instituto Nacional de Educación de Singapur y uno de los expertos que participó en el informe ‘Alcanzándolo: aprender de los mejores sistemas educativos en Asia Oriental’, del Instituto Grattan, el motivo es que, en Singapur, “nuestra sociedad cree en los maestros”. Así lo sentencia, en una amena conversación en su despacho, en la que, en mangas de camisa y en un tono cercano, expone argumentos y esquiva las críticas. “En Occidente estáis fascinados por cuentos como ‘las madres tigresas’”, lanza al aire, a la vez que reconoce que son “esta serie de estereotipos” los que oscurecen uno de los elementos que han hecho posible la mejora de la educación en Asia: el factor docente. Lo adorna con un dicho chino: “La vida de cada niño es como un pergamino donde cada profesor deja su marca imborrable”.
El estudio de McKinsey de 2011, ‘Cerrando la brecha al talento: atraer y retener al tercio más alto a la enseñanza’, se refería a la rigurosa selección del profesorado como una de las claves del éxito de la educación de Singapur. No solo es uno de los países que elige a sus candidatos entre los mejores alumnos (entre el 30%), sino que, como recuerda el informe de la OCDE de 2012, ‘Actores fuertes y reformas de éxito en Educación’, en Singapur, los aspirantes son examinados, evaluados y seleccionados antes de ingresar a la docencia. Aún más: a los profesores se les remunera como funcionarios durante su educación docente inicial.
“No me gusta ver en otros países que a los profesores no se les valora, que la sociedad no cree en ellos. Nosotros creemos que los profesores son profesionales”, asegura Oon-Seng Tan, para el que uno de los secretos de Singapur es “no solo esa idea de reconocimiento del profesor sino que el Gobierno realmente les apoya”. Dice que para eso es necesario reclutar a los mejores, “no solo a los alumnos más brillantes sino a aquellos que realmente tengan pasión por la enseñanza”.
El informe de Grattan también expone algunos ingredientes que han hecho posible los buenos resultados de Singapur. Como la creación del Instituto Nacional de Educación (INE), el único proveedor de la educación inicial en Singapur y la estrecha relación entre el Ministerio de Educación y la escuelas, con reuniones continuas para mejorar. “Por ejemplo, el feedback entre el Ministerio de Educación y los centros condujo a que el NIE eliminara optativas como Filosofía e Historia en favor de una mayor formación práctica”, asegura. Además, existe un fuerte interés en el contenido de la materia.
Grattan también hace hincapié en los directores de Singapur, de los que dice, “son vitales para la transformación escolar”. Para lograr este objetivo, desde 2000, a través de un programa de educación para directores, se detecta previamente a los líderes potenciales y, antes de iniciar la formación específica, se les expone a extensas entrevistas. Los que pasan estas pruebas asisten a un Programa de Liderazgo en Educación (LEP). Además, para fomentar el dinamismo, los directores rotan de centro de entre cinco y ocho años. Otras reformas que se introdujeron hace una década en Singapur tienen que ver con la mejora del salario y estatus docente. También se ha creado un sistema de evaluación del profesorado integral, lo que ha reducido notablemente las bajas de docentes que estaban aumentando. Ahora son menos de un tercio respecto al resto del servicio público, reconoce este informe.
María Francesh, española afincada en Asia desde hace dos décadas, que realizó su tesis doctoral sobre Singapur, perfila el contexto en el que se han producido estos cambios: después de la independencia de Singapur en 1965 –expone–, el Gobierno tuvo que promover unidad social y construir una nueva identidad nacional que uniera a ciudadanos de diferentes razas (china, malaya e india) y religiones (budista/cristina, musulmana e hindú). Explica que, entonces, “la educación fue utilizada como instrumento de ingeniería social con el objetivo de crear una clase trabajadora”, ya que, “hasta ese momento, Singapur había sido puerto comercial en el que los Indios manejaban las cuentas, los chinos y malayos eran cargadores de puerto y los europeos dirigían el cotarro”. Al mismo tiempo, se creó una política de educación bilingüe en la que la primera lengua debía ser Ingles y la segunda, la materna de cada uno: chino, malayo y tamil.
“En Singapur, existe mucho respeto por otras culturas”, asegura Oon-Seng Tan, que explica que la diversidad está presente incluso en el programa de educación del profesorado. “De hecho, el programa insiste en los valores personales porque si el propio docente tiene prejuicios, él estudiante va a aprender los prejuicios”, admite.
La siguiente etapa se inició en los 70. En 1973, se fundó el Instituto de Educación para preparar a los docentes; en 1978, se hizo una reforma seria para ajustar el sistema educativo a la realidad económica –con el cambio de industria primaria hacia la terciaria y de servicios– y se empezó a segregar a estudiantes dependiendo de sus habilidades académicas, deportivas, artísticas, a la vez que se fundaban escuelas técnicas, explica Francesch.
Es precisamente la segregación temprana junto a la rigidez del sistema y la presión sobre los docentes una de las principales críticas que se hacen a este sistema. También la falta de creatividad que, como ocurre en Corea o en Hong Kong, es la actual lucha del Gobierno de Singapur. Oon-Seng explica que, para ello, se están llevando a cabo programas pilotos en algunas escuelas. Su favorito, dice, es el que tiene que ver con la resolución de problemas.
Oong insiste en que la educación “tiene que adaptarse a nuestros estudiantes de Facebook” y advierte que, aunque en Europa la situación no sea la mejor, no se puede dejar de invertir en educación porque los frutos de esa inversión siempre serán mayores”. Pone un ejemplo: “Ahora estamos fomentando que la gente aprenda español porque toda Sudamérica es una gran economía creciente” y continúa: “A lo mejor estoy equivocado, pero uno de los problemas que veo en la cultura europea es que gastáis mucho tiempo argumentando, el tiempo se va y, mientras vosotros seguís hablando, en Singapur ya estamos aprendiendo español que es lo que pide el mercado”.

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